Mañana de domingo, frío y humedad para recordar que estamos
en invierno. Mi caminar hacia el hangar resulta esponjoso, mis zapatos se
hunden unos pocos milímetros en la tierra y quedan mojados con las gotas de
rocío que siguen sobre el césped. Cielo grisáceo con algunos claros. La manga cuelga aburrida, el viento descansa. Los árboles quietos. Se escucha el silencio.
Soy el primero en llegar hoy, abro los portones y saco a
Caleu. Luego del habitual chequeo, y haber calentado el motor, nos disponemos a
despegar, elegimos la 21, nos ubicamos en la cabecera y potencia al tope. En
poquito recorrido ya estamos en el aire, ascendemos más y encontramos que aquí
arriba la cosa está distinta, viento y ráfagas le ponen sabor al vuelo.
Aprovechando que el viento se hizo presente nos ponemos a jugar con él. Con
viento en cola observamos la velocidad que llevamos con respecto al suelo y
luego la comparamos con la que observamos con viento de frente, siempre me
resulta divertido esa sensación de ir rapidísimo o que parezca que estamos
quietos en el cielo, como un barrilete. Luego viene el otro juego, el de hacer
un círculo perfecto con un molino de agua como centro y que el viento no te
desplace, de un lado apenitas bajando el ala y del otro lado con el ala bien
hundida. Por último el de hacer un circulo como si no hubiera viento,
manteniendo el ángulo de las alas durante toda la circunferencia, y luego
observar cuanto nos hemos desplazado del lugar donde la iniciamos.
Jugando nos hemos alejado, emprendemos el regreso. Miro
alrededor y me ubico, ya se hacia donde tenemos que ir. El viento viene de la
derecha, corrijo la deriva y Caleu continúa su recorrido avanzando de costado,
con la nariz apuntando al norte, pero con su trayectoria hacia el nor-oeste.
Con esto se me disparan algunas preguntas del vivir cotidiano: ¿sabemos hacia dónde queremos ir? ¿estamos
yendo hacia donde queremos? Si las
circunstancias soplan de costado, ¿corregimos la deriva? ¿o caemos en soltar lo
que queremos y dejarnos llevar por esas circunstancias hacia lugares distintos?
¿podemos jugar con esas circunstancias como jugamos con el viento o las tomamos
con gravedad? ¿estamos disfrutando este vuelo?
Si nos preguntamos podemos respondernos, si nos respondemos
podemos reflexionar y distinguir, si distinguimos podemos elegir.
Somos nosotros los que sostenemos la palanca de mandos, ¿nos reconocemos como los constructores de nuestra propia vida?
Somos nosotros los que sostenemos la palanca de mandos, ¿nos reconocemos como los constructores de nuestra propia vida?