En esta oportunidad quiero compartir una nota que realizó Camila Belén Zarandón. Camila, quiero decirte que me encantó la nota, hay una gran escritora en vos. Me siento halagado y a la vez siento que me queda grande, gracias por tan lindas palabras, creo que no merezco tanto. Si siento que estos locos que eligen ser bomberos voluntarios, que están hace años sirviendo a su comunidad, son verdaderos héroes y es un placer para mí estar cerca de ellos.
Abajo la transcribo y para el que quiera ver más puede hacerlo en su blog: www.periodismotranserrano.blogspot.com.ar
HÉROES
DE FUEGO
El intenso
anaranjado del amanecer presagiaba una jornada calurosa. La naturaleza recibía
al nuevo día con el singular sonido del trino de las aves y el desliz alborotado
de lágrimas de polvo. En el ambiente se respiraba tristeza y sequía.
Pablo Busse salió al patio de su
casa dispuesto a alimentar a los pájaros que cada mañana lo visitaban. Inspiró
profundo y observó el paisaje. El verde amarillento cubría árboles y
pastizales, mientras que una gama de grises revoloteaba en torno a la brisa.
Dirigió su mirada a las majestuosas sierras cordobesas, esperando deleitarse
nuevamente con la espectacular vista que ofrecían, pero se sorprendió. Al filo
de las mismas se distinguía una columna de humo. “Un incendio” pensó. De
inmediato llamó al cuartel de Bomberos Voluntarios de la localidad de Los Hornillos
y expresó su deseo de colaborar en la lucha contra el fuego. “Estoy a su
disposición” dijo con ímpetu.
Pablo es oriundo de la Ciudad de La Plata. Tiene 42 años y cuenta
con una amplia variedad de profesiones en su haber: coach ontológico,
administrador de empresas, practicante de aikido, piloto de aeronaves y
escritor en el blog www.permitidovolar.com
. No obstante, para ver realizado su afán de servir al prójimo tuvo que
recorrer un largo camino. A fines del año 2012 abandonó su ciudad natal en
busca de nuevos horizontes. Es así que junto a su esposa y sus dos hijos
menores se estableció en Nono, un tranquilo y pintoresco pueblo con alma de
artistas, colmado de historias y surcado por ríos de aguas cristalinas, que se
ubica en el corazón del Valle de Traslasierra, provincia de Córdoba. Allí su ideal
de aventura y prestación comenzó a tomar forma. Un frío día invernal leyó un
mail enviado por la Cámara
de Comercio del pueblo, que lanzaba una convocatoria para conformar el cuerpo
de bomberos voluntarios del destacamento de Nono, inaugurado el pasado 2 de
junio en honor al Día del Bombero. Entusiasmado,
aceptó gustosamente.
Ese martes 10 de septiembre, Pablo
se propuso continuar con su rutina diaria. Por teléfono le habían dicho
“Cualquier cosa te avisamos. Tenemos que esperar que baje un poco más, para que
nosotros podamos llegar”. Sin embargo, un insistente pensamiento se había
instalado en su mente “tengo que ir” se repetía, “algo puedo hacer”. Si bien sólo
era un aspirante que contaba con poco
tiempo de entrenamiento, coraje, brío y determinación lo impulsaban a actuar.
Recordaba la energía que invadía su cuerpo cuando de pibe veía películas en las
que intervenían los bomberos, quienes rodeados por un aura de audacia y
valentía rescataban a la gente y acometían las llamas. Estaba muy movilizado.
Decidido se dirigió al cuartel de
Los Hornillos, donde se informó más sobre el tema. El incendio tenía origen en el
Valle de Calamuchita, situado al otro lado de las Sierras Grandes. Era tanta su
magnitud que había logrado cruzar la cima y estaba bajando rápidamente por la
falda oeste rumbo a Las Rabonas, localidad limítrofe a Nono y a Los Hornillos. También
escuchó comentarios acerca de que eran muy pocas las personas con las que se
contaba para subir a las cumbres. “Yo voy” dijo muy convencido. Una hora más
tarde vestía un mameluco anaranjado, portaba los elementos necesarios en una
mochila y para su deleite, sobrevolaba el Valle de Traslasierra en un imponente
helicóptero del ejército. Estaba listo para su bautismo de fuego.
Emprendió la drástica aventura junto
a nueve compañeros, quienes comprometidos con su labor no sólo cargaban en sus
espaldas líneas, mochilas de agua, frutas y bebidas, sino también valor,
convicción y nobleza. Fueron 14 horas de intensa lucha. El gigante avanzaba
intrépidamente, devorando todo a su paso. Árboles centenarios y flora autóctona
sucumbían ante el monstruo de luz y calor. El agua no era suficiente. La sequía
y las altas temperaturas complicaban aún más la situación. Los bomberos
peleaban cuerpo a cuerpo contra el fuego, lo azotaban enérgicamente con
chicotes, deseando que su esfuerzo dé resultado.
Cuando el incendio parecía estar
controlado, surgió otro obstáculo: comenzó a soplar viento en dirección este a
unos 30km/h, factor que reavivó las llamas. Reanudaron la batalla, pero el enemigo
parecía no ceder.
“Me sentía tan vivo como el mismo
fuego… -me dice con un brillo en los ojos-. Hubo momentos en los que no daba
más, tenía los brazos muy cansados. Igual hay como una fuerza que te sale de
adentro, que te impulsa a seguir. Te acalambras pero seguís, te duele pero
seguís”. Agrega también que en todo momento se sintió cuidado por sus pares,
quienes estaban atentos a todos los detalles y lo guiaban y apoyaban en la
ardua tarea. “Vi un equipo muy unido, que respondía a las instrucciones de
Santiago”.
Fue justamente Santiago quien, al
percibir el agotamiento del grupo, tomó la desición de regresar. El descenso
fue largo y duro, la geografía del terreno y el cansancio acumulado
imposibilitaban la marcha. Luego de horas de caminata, llegaron al lugar donde
los esperaba la camioneta encargada de transportarlos al cuartel; allí recuperaron
fuerzas con comida caliente y bebidas hidratantes. Estaban extenuados, pero su
interior ardía de satisfacción y felicidad ante la certeza de haber realizado su
mejor esfuerzo.
Santiago Ramírez es jefe del
Destacamento de Bomberos Voluntarios de Nono. Cuenta con una amplia experiencia
al servicio de la comunidad. Comenzó hace 11 años como integrante de una
patrulla que se dedicaba a la prevención y combate de fuegos chicos. Pero su prestación
crecía junto con él, que por entonces sólo tenía 18 años e ingresó al cuartel
de la localidad de Mina Clavero. Luego se incorporó al cuerpo de bomberos de
Los Hornillos, donde actuó con éxito hasta que el destino lo trajo a su lugar
de origen, Nono.
Se refiere a su vivencia en el
incendio de septiembre con el profesionalismo que lo caracteriza “Tuvo lugar en
cercanías a Las Rabonas, donde fueron afectadas aproximadamente 8.000 hectáreas , en
las cuales trabajamos seis días para llegar a hacer la extinción total”. Menciona
que se hizo hincapié en los sectores bajos de las serranías, para evitar que
las llamas llegaran a las zonas pobladas. La operación fue compleja, ya que
hubo varios momentos en los que el fuego cobraba intensidad y era imposible
controlarlo. Además, un terreno rico en laderas, paredones, piedras y
pastizales dificultaba el accionar del equipo.
Durante seis días los habitantes
transerranos fueron tristes testigos del sufrimiento de la naturaleza. Miraban
al cielo y rogaban por agua, por gotas que calmasen el aullido infernal de la
tierra. Estaban hastiados de la sequía que imperaba en un ambiente sin lluvias
desde hacía más de cinco meses. Un sinfín de sensaciones invadía sus cuerpos al
tiempo que alentaban fervientemente a las diferentes dotaciones que se
arrojaban con denuedo a cumplir su difícil misión.
Con el operativo de extinción
colaboraron también las entidades gubernamentales, que aportaron helicópteros,
aviones hidrantes y personal especializado. Los civiles más intrépidos tampoco
permanecieron ociosos, con un espíritu de hierro acataron las órdenes de los
bomberos y se sumaron a la lucha. Su cooperación resultó inestimable. Una
comunidad fuertemente unida donaba con ahínco materiales y alimentos.
“La buena voluntad de la gente para
ayudar era increíble, nunca habíamos vivido una situación de tanta solidaridad”
sostiene Daniela Romano, una joven de 26 años que se desempeña como instructora
de aspirantes menores en el cuartel de Los Hornillos. Con una sonrisa
nostálgica relata que se unió hace 11 años motivada por las excursiones al aire
libre y el contacto con el medio ambiente. A medida que el tiempo transcurría,
se fue interiorizando con las actividades propias de la tarea humanitaria que
definió su vocación de servicio.
En el combate del gran foco de
septiembre, Daniela cumplió un rol fundamental; se encargó de la organización
del cuerpo de bomberos, brindando el apoyo logístico necesario para cumplir el
objetivo. No ascendió a la zona en crisis, su tarea estuvo concentrada en la
base de las sierras y en el cuartel. Registró en el libro de guardia cuantas personas
subían, con qué medios de comunicación contaban, qué herramientas
transportaban, quién estaba a cargo. Además informó constantemente de la
situación a una sociedad alerta que se hacía eco del siniestro mediante las redes
sociales. “Había que tranquilizar a la gente, informarle que estábamos
trabajando. Explicarles también que algunos lugares eran inaccesibles. Somos
bomberos, pero no volamos”.
Le pregunto cómo es el vínculo entre
compañeros al momento de afrontar estas penosas circunstancias. “En el trabajo
surge el verdadero equipo” responde, orgullosa de pertenecer al mismo.
El incendio que azotó a este sector de
Traslasierra finalmente fue controlado el domingo 15 de septiembre, cuando la
tan anhelada lluvia se hizo presente. Pero el alivio fue total al día
siguiente. Para diversión de los niños y sorpresa de los adultos una intensa y
copiosa nevada cubrió de blanco valles y serranías. Fue un regalo del cielo que
llegó en el momento justo. Los copos invadieron la zona afectada. Luego del
rastrillaje y la guardia de cenizas correspondientes, los bomberos pudieron al
fin descansar.
Pablo narra su experiencia con
sencillez y emotividad. “Me gusta sentir que servís”, dice convencido de su labor.
Aunque todavía permanece incrédulo ante las muestras de agradecimiento de
algunos pobladores, que lo ven en la calle y se acercan a felicitarlo y
estrechar su mano.
Es domingo 10 de noviembre. Ya han
pasado dos meses de aquel terrible incendio. Pablo lo recuerda como una
aventura inolvidable que marcó un hito en su espíritu. Extasiado de memorias se
sube a su camioneta y se dirige al lugar de prácticas. Está entusiasmado ante
la perspectiva de reencontrarse con sus compañeros, con aquellos héroes
anónimos en los que se puede confiar en todas las circunstancias de la vida. El
vehículo avanza pesadamente por las calles polvorientas, al tiempo que la
naturaleza brilla de un atardecer color fuego.