Había una vez un
personita hermosa que se llamaba Luca. Él tenía un abuelo que vivía
a mil kilómetros de distancia, el abuelo Pablo. El abuelo quería
jugar y hacer muchas cosas con Luca, pero estaban tan lejos que sólo
era posible cuando el abuelo iba a visitarlo, y lamentablemente para
los dos eso no sucedía muy a menudo.
Había pasado mucho
tiempo, más de medio año, desde la última vez que se habían
encontrado. El abuelo, que extrañaba jugar con su nietito, se puso a
pensar que podía hacer para que no fuera necesario tener que hacer
ese viaje tan largo. Pensó largo rato, todo un día y toda una noche
se sentó a escribir ideas, pero ninguna lo convencía. Por la
madrugada, cuando se asomaba el sol se quedó dormido en el sillón
del comedor. Allí, mientras dormía, tuvo un sueño maravilloso.
Cuando se despertó la cara del abuelo tenía una sonrisa, había una luz especial en su rostro, ese sueño era toda una idea, tal vez un poco descabellada y no muy creíble, pero se propuso llevarla a cabo ya que si había algo que había aprendido el abuelo en su vida era que existían cosas que pasaban en el mundo que no tenían explicación o que podían considerarse mágicas. Él ya había vivido muchas de estas cosas por lo tanto aprendió a confiar en ellas.
Cuando se despertó la cara del abuelo tenía una sonrisa, había una luz especial en su rostro, ese sueño era toda una idea, tal vez un poco descabellada y no muy creíble, pero se propuso llevarla a cabo ya que si había algo que había aprendido el abuelo en su vida era que existían cosas que pasaban en el mundo que no tenían explicación o que podían considerarse mágicas. Él ya había vivido muchas de estas cosas por lo tanto aprendió a confiar en ellas.
En el sueño pudo
verse a sí mismo construyendo dos sencillos aviones de madera, uno
del tamaño de él y el otro del tamaño de Lu. Eran muy simples,
biplaza y sin motores, sólo iban apoyados en el suelo y a vista de
todos no volaban y eran sólo un juguete. Pero en el sueño, el
abuelo se encargó de que su nieto recibiera el avión de su tamaño
y lo que sucedía era que, a pesar de estar tan lejos uno del otro,
cuando Lu se subía a su avión, y el abuelo Pablo se subía al suyo,
cada uno estando en sus respectivas casas, al momento en que se
cerraban las puertas algo sucedía, ya que en ese instante, y hasta que las puertas se abrieran nuevamente, se encontraban los dos en el mismo
avión, sobre una pista, listos para despegar.