Si me pregunto ¿qué encuentro en el
vuelo?, o ¿qué es lo que hace que me guste volar?, me conecto rápidamente con
placer y disfrute.
Una de estas cosas que siento es
libertad, libertad para moverme por el aire por dónde quiera, puedo ir más bajo
o más alto, más acá o más allá, no estoy limitado por una calle o carretera. El
vuelo siempre es un paseo y dónde aterrizo siempre soy bienvenido. Mis ojos
sienten libertad, esto de que nada se les interponga, poder ver hasta el
horizonte, ver la pequeñez del abajo. Mis pulmones sienten libertad, Caleu
tiene cabina abierta, así que cuando respiro, respiro un aire limpio, respiro
energía, respiro vitalidad.
Encuentro paz, la paz surge cuando
mis conversaciones se detienen, me refiero a mis conversaciones internas. Lo
que hay en el vuelo es tan grande, tan magnífico, que simplemente dejo de
conversarme, dejo de pensar, solo hay estar presente, absolutamente aquí y
ahora, deja de existir el pasado y el futuro.
Encuentro juego y diversión,
provocadas por las situaciones que me invitan, seguir un río serpenteante,
ascender porque una nube me llama con sus térmicas, dibujar un círculo perfecto
porque allí abajo hay un molino, ir más allá porque hay algo que me atrajo,
hacer varios aterrizajes porque hay viento cruzado, alabear porque alguien me
saluda desde abajo.
Encuentro desafíos, cuando hay
situaciones en donde, por ejemplo, aparecen ráfagas de vientos que no
esperábamos, aterrizajes con vientos cruzados, vuelos en días muy inestables en
donde se nos mueve todo.
Encuentro armonía, ¿Qué es armonía
para mí? Es un estado en donde hay paz, serenidad, y un estar presente. Es un
estado en donde tengo disponible todos mis recursos. No está presente nuestra
máquina interna de juzgarlo todo, y no hay posibilidad de reacciones.
Claro, ahora que reflexiono un poco
sobre estas cosas que encuentro allá arriba, en el cielo, me doy cuenta que es
genial, por eso aparece el disfrutar, el disfrutar del vuelo.
¿Y qué pasa si vamos hacia algún
lugar, con un destino? ¿Cambia algo?
No, mi respuesta es que nada cambia.
El piloto disfruta del vuelo cuando sale a dar unas vueltas y cuando va a un
lugar determinado. Puede hacer un plan de vuelo, disfrutar de todo el vuelo y
llegar a destino.
Observo que aquí en el suelo las
cosas cambian, es común ver muchas personas corriendo tras sus objetivos,
personas muy activas, dinámicas, emprendedoras, verdaderos hacedores, personas
que hicieron detenidamente un plan de acción para conquistar esos objetivos,
pero que no están disfrutando.
Un indicador de que esto ocurre es el
ir por un objetivo para ni bien alcanzarlo comenzar a ir por otro y luego por
otro, y realmente no se observa un disfrutar de lo alcanzado. Yo me pregunto en
estos casos ¿queremos lo que decimos que queremos? ¿O nos ponemos objetivos por
que hay que ponerse objetivos?
Creo que el no estar disfrutando
tiene que ver con donde están puestos nuestros ojos, dónde estamos viviendo,
con esto me refiero al tiempo. Si estamos pensando en todo momento, de dónde
partimos, de dónde venimos, cuáles fueron nuestras experiencias anteriores o
semejantes, estamos viviendo en el pasado. Si estamos pensando y toda nuestra
atención está en el objetivo, y tenemos prisa por alcanzarlo, y no hay nada más
importante que conseguir o lograr ese objetivo, estamos viviendo en el futuro.
Cuando estamos en el pasado o en el futuro, nos estamos perdiendo del presente.
El disfrutar, en cambio, aparece como
posibilidad en el presente, en el ahora. El ahora es el único tiempo real, el
ahora es donde vivimos, es donde estamos, es donde somos. Tanto el pasado como
el futuro son solo conversaciones.
Cuando no estamos disfrutando es
común que aparezcan el enojo o la exigencia, nos enojamos con nosotros mismos y
nos auto-exigimos y esto seguramente no contribuye a nuestro bien-estar y nos
lleve a un lugar que no queremos.
Hay personas que sostienen que no
tienen tiempo para disfrutar, que tienen tanto por hacer, tantas tareas, tantas
responsabilidades que es imposible parar un ratito para disfrutar, disfrutar es
un lujo que no pueden darse. No están viendo que tienen la posibilidad de
elegir vivir la vida que quieren vivir.
Estamos inmersos en una cultura que
valora los resultados y se olvida de lo mágico e importante del proceso. Es en
el proceso justamente donde tenemos la oportunidad del aprendizaje y es en el
proceso donde vivimos.
Considero de mucho valor tener
proyectos, objetivos, realizar nuestros planes para alcanzarlos e ir por ellos.
Son nuestros desafíos, donde podemos ver la expresión de nuestro liderazgo
personal, una oportunidad de crecimiento e incluso alguno de estos objetivos
puede darle sentido a nuestras vidas. Lo
que yo digo es que hay una gran diferencia en como los vivimos.
Para saber desde dónde estamos
viviendo podemos hacernos una pregunta ante lo que nos pase: ¿estamos teniendo
problemas o desafíos que resolver?
Algo que condiciona, o que abre la
posibilidad a que el disfrutar aparezca, es el tipo de ojos que tiene un
piloto. El piloto ve el mundo como una fuente inagotable de aventuras, de
oportunidades. Ante una misma situación una persona puede ver peligro, riesgo
mientras que otra puede ver desafío, aventura. A esta diferencia en la forma de
ver es a la que me refiero.
El tema es que esta pequeña
diferencia en nuestra forma de ver, en nuestra manera de estar siendo, va a
hacer que vivamos en un mundo o en otro. El mundo aparece para mí como un lugar
de bienestar, de amor, etc., o como un lugar de mal-estar, de agresión, etc. ¿Qué
es lo que cambia? Mi ver, yo, mi vivir y mi forma de relacionarme.
El piloto
disfruta más del proceso del vuelo, que del llegar al destino. ¿estamos
disfrutando el proceso de lo que estamos haciendo? ¿estamos presentes? ¿Qué
necesitamos para empezar a disfrutar del proceso? ¿sabemos que es nuestra
elección?