viernes, 18 de mayo de 2018

Mantenimiento y chequeo pre-vuelo (1º Parte)


El pronóstico decía que hoy iba a ser un día bastante feo, igual eso siempre es sólo aplicable a la meteorología, mi día va a ser como yo lo elija y lo construya. Grata sorpresa me llevé al levantarme en este día domingo a las siete de la mañana, cuando miro para afuera y encuentro un cielo azul intenso, totalmente despejado, y un potente sol, saludando, allá en el este. Es una pena perder tiempo en desayunar, así que un bañito rápido, me tiro algo de ropa encima y me voy al aeródromo.
Caleu es mi avión, algunos, cuando lo miran, podrán ver una serie de tubos, telas, bulones, butaca, relojes, ruedas, motor y no mucho más, perfectamente ensamblados, formando una máquina voladora que luego una persona puede pilotear. Eso no es lo que yo veo cuando veo a Caleu. Para mí eso no es ver a Caleu, eso es ver una serie de cosas solamente. Caleu es mi compañero de vuelo, es con quién comparto esos ratos en el aire, es el que me muestra ciertas cosas que por ahí me pasarían desapercibidas, es con quién surge ese espacio de reflexión que tanto disfruto, es quién me presta sus alas para que juntos podamos volar.
Caleu me sonríe cuando me ve llegar, lo saco afuera del hangar, hago el chequeo, que para él es un mimo, llenamos de combustible y arrancamos nuestra aventura de hoy.
Cabecera 03, potencia a full, cuidando el ala derecha, pues hay un vientito importante del este, corremos sobre el césped y Caleu se zambulle en el océano de aire, ya arriba nos sacudimos un poco por efecto de los vientos. Nos dirigimos hacia el noreste buscando la ruta 11. Un grupo de varios cumulitos vienen en dirección opuesta, desde esa enormidad que es nuestro Río de La Plata, estamos pasando por abajo cuando las pequeñas nubes nos llaman, siento que Caleu sube, bajo la potencia, pero Caleu sigue subiendo, es entonces cuando entiendo y le digo: ´´¿querés subir? Dale, vamos``. Entonces lo ayudo y con muy poca potencia nos dejamos llevar hacia arriba, giramos para mantenernos dentro de la térmica, ascendemos y pronto la visibilidad disminuye, estamos adentro, es hermoso, se siente libre. Visibilidad de nuevo, estoy a mil cien pies de altura, veo allí en el frente que vienen varias nubecitas más y allí vamos con Caleu, entramos nuevamente en otra, pero en esta oportunidad asomo mi cabeza por el costado de la carlinga, la nube acaricia mi rostro, me abraza, respiro hondo y la siento en mis pulmones, es como respirar alegría, es como respirar paz. El tiempo se para, disfrutar es la palabra, plenitud y completud es la emoción. Es intenso, muy intenso.
Estoy nuevamente afuera, ascendemos un poquito más y miro las nubes, solo que para mirarlas hay que ver hacia abajo, que lindo es la libertad de poder ver las cosas desde distintos lugares, desde distintos ángulos, y esto es algo que no está reservado solo para los aviadores. (Versión modificada de “Nubes y encuentro” del libro Permitido Volar)

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